14 abril 2014

Fallen [OneShot]

http://i89.photobucket.com/albums/k220/Satommy14/pensamiento1.jpg: No pues, que esto va mal
: Y es que sucede así - Pedro Suárez Vértiz
: Escritorio

Título: Fallen
Autor: Satommy
Parejas: Inoodai
Género: Angst[?]
Extensión: Oneshot
Notas: He leído, que el arte nunca nace de la felicidad y es verdad... *sigh* Tendría que haber hecho un análisis crítico para mi clase de Política de Precios, es del inglés al español pero tengo muchas cosas en la cabeza y simplemente, he colapsado. He decidido retirarme del blog por tiempo indefinido, no sé cuánto sea. No sé si mucho o poco, tal vez la próxima semana regrese o qué. Han habido muchas cosas en mi vida en los últimos 6 meses que sinceramente, me han llevado a un extremo personal que ni siquiera el fandom está logrando cubrir, mis notas siguen siendo altas y sigo siendo quinto superior de mi carrera pero podría hacerlo mejor y estoy en un punto mediocre, soy consciente de ello por años así que he decidido, por fin, darle prioridad a otros puntos y por ahora, salvo las pocas personas que yo amo del fandom, voy a alejarme temporalmente de todo lo que me involucra internet. Perdón a quienes elimine de facebook y perdón, si es que no actualizo historias que les gustan. Sé que algún día terminaré cada capítulo que me falta pero por ahora quiero hacerme un espacio y disfrutar lo que me queda de mi juventud, si quieren saber si ando o no viva, pueden ver acá: Satommy World. Por otro lado, no he dejado de amar a mis mensos ni tampoco he dejado de amar el escribir, son cosas muy mías que dudo que algún día pueda dejar atrás solo que realmente, hoy quiero lanzarme al vacío que me negué hace mucho para poder emerger en otro ambiente. Gracias por siempre leerme y estar presentes en mi vida como escritora y como fan. Acá dejo mi último oneshot como despedida y felicitaciones a Daiki Arioka, el pequeño enano que tanto amo y que realmente, ha sido mi inspiración de mil cosas... Son 23 años, bebé~ me llevas otra vez uno más. Gracias por todo otra vez y para cada una de ustedes♥ Saludos... y de verdad, mil gracias, por siempre decir que escribo bien aun cuando yo misma, no lo creía. Son las lectoras de esta mensa que jamás creyó, que sus cuentos pudieran gustar a nadie más que a sus amigas.
P.D.: El título de "Fallen" es el nombre del primer libro de la saga de "Oscuros". Es una de mis sagas favoritas que trata de ángeles y demonios, es hermosa así que de poder, échenle una hojeada.



De sus ojos caían pequeñas lágrimas que terminaban por reposar en el alfeizar de su ventana. La madera se teñía de un color más oscuro con cada gota que terminaba en su superficie y lentamente absorbía el llanto de aquella persona que sólo se acurrucaba más y más, en un intento por contener ello que dolía en su interior. Punzada a punzada, su corazón reclamaba por calidez humana pero no había algo capaz de curarlo.

Hace mucho, su única razón de ser había desaparecido.

Por décima vez trató de limpiarse con el dorso de la manga de aquella vieja sudadera las gotas salinas que empezaban a cuartear su fina piel, sus mejillas sonrojadas estaban ya lastimadas de la fuerza que usaba al frotarlas, haciéndolas sensibles a cualquier toque.

-¿Por qué… tuviste que dejarme, Kei?

En sus palabras ahogadas el susurro logró tomar fuerza, apretando las manos en puños que hacían daño las palmas a causa de sus uñas maltratadas de tanto haberlas mordido. Su ansiedad y su dolor lo habían convertido en alguien tan desgastado emocionalmente que no sabía cómo hacía en cada día de su vida pero ahí estaba, como siempre, haciéndole frente a lo que la vida tenía para darle con cada amanecer que él ya no deseaba ver. Pero había días y fechas especiales en las que su debilidad apremiaba su corazón valiente que luchaba por salir a flote.

Había días, como ese, en las que sólo se sumergía en la oscuridad de sus recuerdos para ver si así, se ahogaba con sus propias lágrimas y le daba fin a esa maldita sensación de vivir sin vivir.

El olor del polerón que tenía abrigándolo, hacía mucho que había perdido su esencia original y la razón real de su uso. Hace tantos meses que se la habían regalado y bañado en la colonia favorita de su dueño, que a un inicio la cuidó y atesoró como si fuera hecho de hilos de cristal…

No, como si fuera hecha de partículas de nieve que al leve toque, se podría derretir y desaparecer.

Pero con su partida, todo el día, todos los días la usó. La usó para dormir y para salir a la calle, la usó para acurrucarse bajo su árbol especial y para mecerse en su columpio favorito. La usó para salir al parque, para ir a la playa y para ir a comer ramen. Se embriagó con ella con una botella de vino para él solo y se enrrolló en las mantas de un viejo futón, aferrado a un peluche al que le hablaba todas las noches en esperanza que le respondiera o diera ánimos de vez en vez.

Porque lo que más quería, era dejar de sentirse solo, dejar de sentir que nadie más en la vida, lo iba a querer.

-Dai-chan… deja ya, de estar así, hace poco también lo hiciste y no puedes hacerte este daño, deja de hacértelo, por favor

Apretó los ojos y lloró con fuerza, nuevamente su mente jugaba malas pasadas con su pobre alma y le hacía tener la alucinación de escuchar su voz. De escucharlo tan cerca que podía jurar que era él pero cada que lo buscaba desesperado, sólo veía la nada frente a él, aclarando que sólo era su deseo ferviente lo que lo hacía evocar su tonalidad peculiar, sus palabras exactas que podía repetir sin necesidad de haberlo grabado.

-Dai-chan, mírame… Por favor
-No quiero… ¡No quiero! Porque apenas intente hacerlo, te vas a haber ido… Y ya no quiero Kei, ya no quiero ver cuántas veces más te vas mientras yo sigo acá…

Su cuerpo apoyado en el marco de aquel ventanal retrocedió hasta estar casi dentro de la habitación, su cama estaba pegada a aquel lugar que tantas veces lo vio escapar así que era básicamente, un retroceso a su propio rincón de autocompasión. Con los párpados caídos podía ver en su mente la sonrisa del pelinegro, podía imaginar los encuentros de sus ojos o podía fingir que todavía sus dedos podían tocarlo. Podía hacer eso y mucho más con su imaginación y era mejor, del todo más enfermizo pero mejor, hacerlo así, porque su corazón hallaba algo de paz y el dolor mermaba. En su cama, podía recordar todas las veces que habían hecho el amor y podía cubrirse con las mantas hasta la cabeza, fingiendo que eran sus brazos los que lo estaban cuidando y protegiendo. Los que lo abrigaban y acunaban.

-Dai-chan…

Un cuerpo etéreo apareció en la oscuridad de la noche, con alas blancas resplandeciendo más que el sol en cualquier día de verano. Más hermosas que cualquier cosa que hubiera en el mundo humano. Un cabello negro cayó hasta cubrir el perfil de aquel ser y sus manos se frotaron desesperadas contra su ropa elegante y fina, buscando más autocontrol que no dudó en perder cuando vio hipar ese pequeño cuerpo en la cama, acurrucándose como un ovillo diminuto ante sus ojos celestiales en busca de la sanación que no llegaría a su alma.

Porque él, estando en el “descanso eterno”, lo último que hacía era estar en paz.

-Dai-chan, abre los ojos, confía en mí

El menor negó con efusividad y temor, no queriendo sucumbir al mismo error que todos los días hacía pero el viento helado corriéndose por su habitación obligaron a su cuerpo doblegado a erguirse para cerrar la ventana. Para evitarse a sí mismo, la tentación de saltar. Pero sus manos torpes tocaron sin querer una textura más suave que la seda y pronto, con su iris percibió el brillo dorado de algo blanquecino irradiar en la negrura de su habitación.
La mitad del cuerpo de aquel ser celestial estaba dentro de su habitación, con sus alas extendidas de par en par, dejando ver la inmensidad y divinidad de estas. Irradiaba un aura hermosa y su vestimenta, era digna de algún gran diseñador.

Solo que ello no fue lo que le interesó, ni mucho menos fue algo que le llamara la atención.

Fueron sus ojos negros los que le miraron directamente a los suyos inyectados de sangre, los que le hicieron quedarse estupefacto en su lugar. Siendo presa de la incredulidad y del temor, no hubieron palabras que pudieran formularse y salir de su garganta. No hubo gestos ni hubo una reacción. Se quedó estático admirando lo que creyó perdido, notando como el ángel de repente cambiaba sus expresiones de temor a pesar.
Daiki notó como la entereza de la deidad iba flaqueando, como la imagen se volvía transparente a momentos y el miedo lo hizo presa del pánico. De un salto se aferró a su ropa blanca de pureza, negándose a dejar ir lo que tanto había estado buscando.

A quién tanto había extrañado.

Y lo sujetó con firmeza por la cintura, en uno de esos abrazos que tantas veces ambos habían compartido alguna vez cuando sus caminos se habían cruzado y compartían la misma senda, uno al lado del otro con las manos enlazadas.

-Kei-chan… eres tú, realmente eres tú…
-Soy yo, ¿no me reconociste?
-Bobo… eres un bobo – susurró y sin pensarlo, nuevamente sus lágrimas cayeron fervientes por su rostro, empañando su visión de la gloria de su tan querido amor, manchando la pureza de su ser con su llanto egoísta y de dolor - ¿Por qué me dejaste…? ¿Por qué? ¿Acaso fue tan fácil hacerlo? Kei… ¿por qué?
-Dai-chan… en algún momento, tú también tendrás que partir – susurró el más alto de ambos, sujetando por los hombros aquel tembloroso cuerpo que tanto había amado y que aún, en su vida celestial, seguía haciéndolo – Al igual que yo y estaremos juntos, en el más allá
-Pero me dejaste acá… Kei, me dejaste solo – reiteró, herido, dolido, con miedo y desolado – Prometiste que jamás me dejarías y te fuiste… ¿Por qué, debo esperar? Es injusto, todo esto… es injusto

Y en una pelea sin sentido que nadie sería capaz de entender, el mayor cargó al pelicastaño y lo acurrucó lo mejor posible contra su pecho, cruzando las piernas para hacerlo sentar sobre ellas y batiendo sus alas, para volar por encima de la cama y hasta casi rozar el techo. Las ondas de viento que causaba a causa de aquel movimiento, hacían que las cortinas y algunas hojas volaran sin sentido en el lugar, pero el mayor no se negó nada de aquel pecado porque ser un ángel caído buscando mezclarse con un humano, no era algo que sucedía sólo con él. Sino con todos los que alguna vez fueron creados por el ser divino llamado dios y se encontraron, gracias a la fuerza de su destino, con aquella persona con la cuál debían existir por el resto de su vida pero por cuestiones de su propia debilidad humana, habían tenido que partir antes de cumplir un largo ciclo de vida.
Entendía porque su pequeño novio lo culpaba, porque ahora ese ser marchito que trataba de sanar le reprendía por un abandono que no buscó. Que no quería.

-Dai-chan… sabes, que no podía someterme a la cirugía
-¡Podías! Podías y no quisiste… Tú me dejaste Kei, no me amabas tanto como decías – y aun cuando sus palabras lo acusaban, sus manos se sujetaban tal cual fieles a su ropa, incapaz de dejarlo alejar un centímetro – Me dejaste, sin importarte cómo me iba a sentir…
-¿Querías acaso vivir conmigo para siempre en una silla de ruedas? ¡¿Querías eso?! Ni siquiera iba… a poder tocarte…

Las gotitas que cayeron en su cabello no fueron cálidas ni frías, simplemente eran dolorosas. Cada lágrima que el ángel botaba al llorar por su propio dolor cargado desde el mundo humano, y que caía en su cuerpo, era como un hincón profundo en su piel. Jamás creyó que existieran los ángeles pero de hacerlo, jamás pudo haber creído que ellos eran capaces de llorar o que siquiera, tenían aquella capacidad de recordar. Se separó suavemente de él y al igual que cuando estaba vivo, lentamente secó con la yema de sus dedos aquellas malditas lágrimas que maltrataban la belleza de aquel rostro que más que nunca, se le hacía hermoso.

-Te odio un poco… a veces, Kei… - lo vio bajar la cabeza y lentamente lo sujetó por las mejillas, haciéndolo elevar la mirada para encontrarse los dos en silencio, con agua cristalina brotando por las ranuras en cada parpadeo – Porque yo no sé, cómo olvidarte ni cómo dejar de extrañarte… y no es justo… porque yo jamás hice nada, para que me hicieran esto… - sus manos temblaron y miró más hacia arriba, buscando con ferviente deseo, a ese ser superior - ¿Por qué… me lo quitaste? ¿Por qué lo querías allá arriba contigo? ¿Acaso, yo no lo merecía? – el ángel dejó caer su rostro sobre el hombro del humano y se abrazó a su cintura al escucharlo hablar – Y ahora… te odio un poquito más, porque has pensado que irte era mejor que vivir en una silla de ruedas, porque… ¿por qué? ¿creías acaso que ibas a ser un estorbo para mí? ¿Creías que por no poder tocarme, te iba a dejar? ¡¿Por qué?! Eres un… egoísta… que realmente, nunca se dio cuenta que lo único que quería era un momento a tu lado… Y me quitaste esa oportunidad Kei, tuve que ver tu partida lenta y dolorosa… tuve, que acostumbrarme a tu ausencia, tuve que aprender a fingir una sonrisa… ¿De verdad, merecía todo eso?

Otra vez la claridad del ser celestial se vio afectada y el castaño pudo ver a través de esas alas blanquecinas, el fondo de su habitación. Calló de pronto, con temor de perderlo y sólo volvió a acurrucarse, buscando su cuerpo etéreo para que lo cuidara como en vida lo hubo hecho alguna vez. Inoo resopló e hipó, calmando su llanto divino contra el cuerpo tembloroso de su humano favorito, queriendo dejar ir la culpa que lo consumía desde hace meses pero que ahora sólo se doblegaba con frenesí en su alma sagrada.

No tenía perdón, porque realmente, había sido por su egoísmo que lo había dejado.

Cuando el silencio reinó en el lugar, Kei empezó a tararear la canción que muchas veces habían entonado juntos, en su himno al amor y recordando aquellos buenos momentos que tuvieron en aquel mundo terrenal. Cantó despacio hasta que el cuerpo del menor quedó rendido en su pecho, respirando acompasadamente presa del sueño que no buscaba pero que siempre hallaba cuando encontraba la finura de su paz a su lado. Sonrió al verlo dormir contra su cuerpo, hacía tanto que había añorado el hacerlo que jamás podría arrepentirse de su decisión.

“¿Has decidido, quedarte en la tierra?”
“Perdóname, he pecado…”
“Serás un ángel caído y estarás condenado a jamás regresar al cielo. Jamás envejecerás y cuando él muera, irá de frente al infierno”
“Perdón… padre…”

La conversación con su creador terminó como empezó: de la nada, y soltó un suspiro, aferrándose más fuerte al cuerpo casto de su castaño. Sintió como el brillo de sus alas desaparecía y la suavidad con la que antes contaba, dejaba paso a la tosquedad de plumas corrientes. El vuelo ya no era tan fácil pero no ignoró todo y sólo se centró en acariciar aquel rostro delicado que ahora apoyaba la mejilla contra el medio de su pecho, el oído pegado estratégicamente ahí donde debía estar su corazón.

“Lo sé Dai-chan… siempre he sido un egoísta, pero siquiera ahora, podré estar a tu lado… Deja de odiarme, por favor”

My Servant [6]

http://i89.photobucket.com/albums/k220/Satommy14/pensamiento1.jpg: Ya no siento que sea miniserial orz
: Tsunagu te to te - Hey! Say! JUMP
: Escritorio~

Notas: La verdad, me había olvidado del fic -lol- y ayer que alguien me hizo acordar terminé el capítulo, acá realmente siento que lo he hecho relleno pero necesitaba un punto débil entre todo al demonio de hielo X'D así que, salió así y quedó así, ya luego se verá el por qué... Ahora, más que nada quería decir ._. siento que ya no será un minific porque ya son 6 capítulos y faltan muchos para que suceda lo que quiero que suceda XD pero no cambiaré los tags, me da weba y que además, los capítulos siguen siendo bien cortos -3- así que ahí queda e3e me dicen qué les pareció y... ya saben, cada comentario es apreciado y querido uwu♥


En su familia le habían enseñado que jamás debía dejarse doblegar, que su linaje y su apellido valían más que la vida de muchas personas y que nunca, debía bajar la cabeza ante nadie. Claro estaba, que ninguno de ellos conocía ni a Chinen Yuri, ni a Arioka Daiki. Había aprendido en pocos días que si de verdad apreciaba su estilo de vida –o lo que quedaba de ella– debía de poner todo de su parte y contentar al príncipe del hielo, siempre bajo la atenta mirada de su súbdito, aquel bufón de cabello castaño.
Aunque a él, su personalidad y crianza no le dejaban en paz en cuestión de dejarse pasar por encima, su padre le había enseñado a siempre darse su lugar y aunque él viviera renegado de sus responsabilidades, eso no cambiaba en que fuera algo ya arraigado en su persona. No soportaba y le era extraño obedecer órdenes sin chistar, mucho menos toleraba que fueran solo el capricho de un niñato cara de niña. Era frustrante estar atado de pies y manos con respecto a algo que parecía tan simple pero apenas habían sido unos días y no conocía nada del pelinegro. Era consciente de sus limitaciones y por ello, se había dicho a sí mismo que, de querer declararle la guerra, primero tendría que conocerlo mejor.

Sus ojos estaban con marcas oscuras por debajo y sus labios resecos, a causa de la mala alimentación que había estado llevando por moverse de un lado a otro como el plebeyo en el que se había convertido, apenas con un respiro para poder hacer lo que pudiera con sus estudios o robar algo de comida de la cocina, tenía tantos quehaceres sobre sus hombros que no entendía como en su casa las mucamas eran capaces de hacerlo a diario. El limpiar la habitación, lavar la ropa, traer y llevar libros como mensajero, era un trabajo tan arduo que sus manos ya estaban enrojecidas por el maltrato que les daba al trabajar en cosas tan… manuales. Era un fastidio y sus dientes se estaban ya desgastando por la cantidad de veces que los chascaba. Con su pequeño cuerpo, el sadismo que emanaba ese ser le erizaba la piel de miedo –aunque odiara admitirlo–.

Era miércoles por la tarde ya, casi una semana después del funesto día en el que había cerrado el pacto con el demonio, entregando su alma sin devolución a causa de un video que le podría costar su reputación y su herencia. Era miércoles ya, y era la quinta vez en la semana que ingresaba a la biblioteca, sólo que esta vez por voluntad propia y no por alguna “suprema” orden de su “emperador”. No terminaba de entender todo lo que era forzado a hacer –aunque felizmente no había nada sexual en sus acciones, aún- pero sabía que había algo detrás de todo, sólo que no llega a difuminar el qué. Primero que nada, su primera tarea había sido la de recolectar información financiera y familiar de los de tercer año y después de ello, junto con Daiki, lo evaluaron con exámenes de conocimiento que terminó por fallar vergonzosamente. Un cero enorme que le escribió con rojo el más bajo de los tres hizo reír al otro castaño y sintió, como se hundía un poco más en la impotencia de no darle un buen golpe en la cara.
Otra cosa curiosa, que no terminaba de entender era el cuestionario que le hicieron –a profundidad– sobre su vida en Canadá y sobre su familia, pero eran preguntas muy distintas a las que averiguó sobre sus compañeros, las de él era de un matiz… ¿más social? No lograba darle un nombre, sólo sabía que le daba escalofríos por las noches cada que recordaba cómo estaba siendo chantajeado y que no tenía una salida aparente.

Pero había algo por sobre todo que no lograba entender de todo aquel circo que había montado Chinen en el internado, algo que no le cabía en la cabeza porque él lo veía y jamás se acercaría de buenas a primeras, ¿por qué aquel demonio tenía tantos fans?

-¿Estás buscando esto?

La voz de Daiki lo hizo ponerse a la defensiva, pero el menor sólo le entregó el libro que –estúpidamente- había estado buscando: “El Arte de la Guerra”. Miró al castaño alejarse y lo siguió dudando, tal vez era con él donde debía empezar para conocer mejor a su oponente, aunque su rostro infantil y tranquilo sólo le hacían tener una muy mala espina, ¿acaso Yuri no tenía esas mismas características a “su favor”?

-¿Por qué alguien como tú es amigo de alguien como él?

El castaño miró por su hombro y tan sólo cogió un diccionario que estaba a su lado en uno de los estantes, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios pero no respondió. Su mente divagaba sola en miles de pensamientos ajenos a la realidad, en recuerdos sepultados y oscuros de los cuales, Yuri hace mucho lo había salvado.

----(FLASHBACK)----

No era alguien problemático, sus padres lo sabían y por ello no llegaban a comprender por qué su menor hijo había sido suspendido de clases por décimo tercera vez en tres meses y eso que tan sólo llevaba cuatro en aquel internado nuevo. Cada suspensión tenía que cumplir su castigo en las oficinas del lugar pero el castaño siempre pedía que por favor lo llevaran a casa.

Y su madre sabía, notaba aquel tono extraño que tenía el menor cada que le decía ello, cada que rogaba entre sílabas que si lo podían dejar en casa y que mejor, estudiaba con un tutor permanente. Que aquel internado no era para él. Sabía que algo andaba mal pero no llegaba a vislumbrar el qué, cada que preguntaba una respuesta de negación relucía y desestimaba sus problemas, ocultando en un aura negra la crisis del castaño.

Arioka no era débil realmente, había afrontado muchas cosas en muy poco tiempo debido a su familia y su condición social, ¿amigos? Eso para él no existía, ¿amor? Solo platónico y muy de lejos. Quería y apreciaba a su mayordomo como un tío porque era alguien fuera de su hermano y sus padres que habían logrado demostrar que su cariño y aprecio eran reales y no sólo un medio de conveniencia para sacarle algo o pedirle un favor, pero de ahí en más, cada ser vivo estaba manchado de codicia y su egoísmo reinaba muy por encima de sus otros valores. Lo peor, lo que más odiaba, es que tenían el descaro de ocultarlo, fingiendo ser buenos cuando eran lo más bajo de lo bajo.

“Ladrones vestidos de Armani”.

Aún recordaba la frase que una vez le dijo su hermano cuando casi les embargan la compañía de su abuelo. A causa de una malversación de un socio y de un contrato falsificado, ellos se vieron envueltos en muchos conflictos, se quedaron por poco en la calle y todas esas personas que se supone lo apoyaban, desaparecieron de la noche a la mañana. En un solo parpadeo. El golpe vino directo al medio de su vientre, en un cuerpo adolescente donde la seguridad es apremiante para pelear contra todo lo que te aqueja en una mente desequilibrada y cambiante, donde las amistades eran el refugio principal y el amor es lo que te hace ser vivaz.

Lo perdió todo, con sus 12 años y jamás había vuelto a creer en nadie más que en su familia y él mismo, hasta que conoció el descaro en persona.

Malhablado, mal pensado, lujurioso, codicioso, vengativo, desconfiado, fingido y cruel.

Todo lo que odiaba en una sola persona, con rostro angelical y voz amable, sólo que éste ser no se vestía de Armani y se notaba, que sólo jugaba con aquellos que estaban con la cabeza muy en alto. Sólo jugaba con los que se creían dioses y los ponía bajo sus pies de mortal. Yuri le causaba curiosidad, era un chico de primer año recién llegado, becado pero con una confianza en sí mismo que le llegaba a dar envidia. Él, siendo quien era, tenía miedo de ser un alumno nuevo en aquella institución en su segundo año y aun así, él que era un novato de clase media se había hecho su espacio y tenía a todo el alumnado en su bolsillo.

Era… brillante.

Jamás había sentido admiración por alguien de mente macabra, pero tampoco es que pensara hablarle. Simplemente de lejos lo veía y reía al notar cuando un nombre más de los de la más “limpia” élite terminaba enredado en sus redes, sucumbiendo a sus instintos más bajos.
En su soledad autoimpuesta, admiraba a cada uno de sus compañeros de clase, siempre pensando quién sería la próxima víctima del pelinegro y reía, disfrutando de pensar cuando mal la pasaran. Cuando esa burbuja creada con el dinero, se reventara a deseo de alguien que no tenía la sangre teñida de oro.

-¿Te gusto?

Esa pregunta fue el inicio de sus conversaciones burlescas, una amistad que tenía todos los rasgos de ser desconfiada, en la que los dos se ponían una máscara encima para contarse estupideces… Para hablar trivialidades, pero de un momento a otro, para Daiki, el menor dejó de ser tan oscuro y pasó solo a ser lo mismo que él era, una persona insegura a quien la vida había tratado mal y que ahora sólo buscaba tomarle la revancha.
Nunca le había dicho que confiaba en él, pero de lo que sus conversaciones sólo hablaban de cómo vengarse y hacerla pasar mal a aquellos niños ricos y detestables, pasaron a hablar de sus familias, de sus problemas. De lo solitarios que eran por ser quienes eran, por ser bonito o por tener dinero y fue en ello, en esa soledad que ambos compartían que se pudieron unir como mejores amigos.

Un amigo real, sin deseo de conveniencia porque no tenía nada que ofrecerle que no pudiera conseguir de alguien más. Y Yuri ya se lo había dicho y le creía, que con él no intentaría nada ni buscaría nada porque al igual que él, jamás traicionaría a la única persona que no fue un maldito hijo de puta con su persona, sólo por ser de clase media.

----(FIN FLASHBACK)----

-¿Me vas a ignorar?
-No tengo qué responderte, Takaki – contestó tranquilo y mirando a su cuaderno. Acababa de sentarse y estaba hojeando la tarea que tenía pendiente para mañana – No me gusta hablar mal de mis amigos
-¿Amigos? – el mayor enarcó una ceja – Siempre estás solo
-Entonces, deberías tenerlo más claro aún – lo miró de reojo, cogiendo el diccionario de hace unos momentos para revisarlo – Yo jamás, hablaré nada de Yuri, menos con alguien como tú
-Eres como yo, Daiki – enfatizó el tono en su nombre, inclinándose hacia él para obligarlo a captar su mirada a cómo de lugar. Lo tomó del mentón y forzó a que se irguiera – Y él sólo busca algo de ti, si no es sexo ¿qué es?
-Lo mismo que yo busco en él – el más bajo sonrió y empujó de un golpe su mano – Su amistad, con todas las verdades puestas en la mesa…

Yuya se quedó de pie, observando como el otro chico metía cada una de sus cosas en la mochila que tenía a un lado, apoyada en una silla y lentamente fue frunciendo el ceño en incomprensión, ¿de cuándo acá aquel enano tenía un amigo o buscaba amistad? Un ser despreciable y frío que no dependía ni quería nada de nadie más que hacerse su espacio a busca de poder.

Chinen Yuri no tenía sentimientos o emociones, ¿por qué querría, la amistad de alguien más?

10 abril 2014

Calm down [Drabble]

http://i89.photobucket.com/albums/k220/Satommy14/pensamiento1.jpg: Tengo que hacer CRM orz
: One more time - Britney Spears
: Camita uwu♥

Título: Calm down
Autor: Satommy
Parejas: Ariokamoto
Género: Fluff
Extensión: Drabble
Notas: FAIL! Hahahaha pero no sé, me nació hacerlo y sólo salió, ya sé que fatal pero bueno e3e no se puede esperar mucho de mi cerebro colapsado por la universidad orz ¿alguien quiere hacer mis trabajos?C

Se sentía intranquilo y le dolía la cabeza, su vientre también tenía punzones incómodos por la incomodidad que su situación le estaba trayendo. No es que fuera alguien con muchos problemas, jamás los había tenido y era por ello mismo que ahora cuando todo se le juntaba, su cuerpo caía débil y enfermaba con facilidad.

-Te preparé esto…

Keito alzó la mirada y se encontró con Daiki, entrando con un pequeño plato de sopa sobre una bandeja y una pequeña taza de té al lado. En su inconsciente, agradeció a su novio con una sonrisa brillante pero que sólo pudo exteriorizar en un brillo de ojos. Realmente se sentía fatal.

-Vas a ver que todo se va a solucionar Keito, tus padres van a aceptarnos y el trabajo al que has postulado, va a llamarte para hacerte el contrato

El mayor se sentó a su lado en la cama, dejando en su regazo la bandeja y él así acercarlo por los hombros hasta que apoyara su cabeza en su pecho. Dulcemente, le acarició el cabello y besó su frente, dándole una paz increíble que no sabía cómo describir.

-Gracias, Daiki – susurró apenas, dejando a un lado su comida para rodear la cintura del castaño con ambos brazos – No sabría qué hacer sin ti
-Ni lo imagines –le regañó juguetón – Te amo, siempre podrás contar conmigo

Asintió más relajado y por fin, después de varios días de insomnio, cayó profundamente dormido en los brazos de Arioka. Feliz de estar en su lugar favorito.

03 abril 2014

Leer [OneShot]

http://i89.photobucket.com/albums/k220/Satommy14/pensamiento1.jpg: Mis ojitos están chinos uwu
: Te pintaron pajaritos - Yandar & Yostin
: El balcón~ con un puchito~

Título: Leer
Autor: Satommy
Parejas: Inoodai
Género: Slash
Extensión: Oneshot
Notas: Una redacción simple, continua, sin nada sorprendente ni nada llamativo. No es miel, no es angst, no es nada X'D lo escribí porque hoy es 3 de abril~ pensé que hoy se hacía un año de algo pero luego me di cuenta que el año es en junio y fue #fail pero bueno ._. no estaba inspirada, no tenía ganas -notengo- porque ando bebida -trololololol- y tengo DEMASIADO sueño orz pero no podía dejar pasar la fecha. No es mi mejor fic, pero me gusta que aún pueda hacer cuentos sin tanto problema y sin tanto trama, me hace sentir bien conmigo misma grrr♥


Corría una brisa suave, ni helada ni refrescante, era sólo esos vientecitos que de repente la naturaleza te daba como una caricia en la mejilla, tratando de hacerte despertar o relajar, según la perspectiva que lo vieras. No había un sol brillando en el cielo, eran nubes las que cubrían toda la extensión por encima de su cabeza pero no eran amenazantes, cada celaje era vaporosamente blanco que dejaba el día más que claro, más de lo que si la estrella gigante brillase con todo su esplendor, cegándolo y agotándolo con calor. El sonido a su alrededor era relajante, amaba la estadía cerca al río con un buen libro en mano para poder leer y ocupar su mente, enlazándose a pensamientos ajenos, a aventuras ajenas. A dolores ajenos. Amaba leer junto al río, porque el eco del agua corriendo le recordaba que todo fluía y nada se mantenía estático, le gustaba porque le hacía buena compañía mientras se olvidaba un poco del mundo de afuera mientras se sumergía a otro totalmente distinto.

Daiki amaba su lugar en la naturaleza, con el agua y las letras ahogándolo en fantasías irremplazables, mejores de lo que su corazón roto podía darle.

Por eso, cuando aquel día aquel joven vino y se sentó a su lado, fue casi un odio instantáneo, ¿cómo tolerar a alguien que te perturbaba la única paz que tanto te gustaba? Si no hubiera sido, porque aquel lugar bajo SU árbol junto a SU río no era un sitio capaz de reemplazar, se hubiera ido de ahí. Pero se quedó, terco como mula, leyendo incómodo por su presencia pero al fin y al cabo, haciéndolo.

Solo que no fue la única vez que pasó, pasaron una, dos, siete veces que cada que iba, aquel pelinegro extraño se sentaba a su lado a leer… ¡A leer! ¿No era acaso una ofensa? Le caía mal, lo odiaba y su vientre se llenaba de malestar cada que lo veía de reojo, pensando cómo demonios ahuyentarlo de ahí.

Actuó de manera maleducada, eructando a momentos y soltando sonidos desagradables para que se moviera pero no había nada que pudiera hacer que ofendiera al chico. El sólo reía y lo miraba, sonriéndole con mucha más amabilidad de la que se merecía.

Nunca pudo hacer que siquiera se incomodara y él, de a pocos, empezó a morir de curiosidad, ¿por qué aquel chico era así? Al inicio no le tomaba importancia a aquellas ganas de verlo más seguido, que su deseo de ir a SU árbol junto a SU río cambiaron pronto su propósito inicial y luego sólo se volvieron una excusa para verlo reír cada que lo atrapaba observándolo a detalle.

Y pronto, los libros dejaron de atraparlo.

Llevaba su celular y jugaba con él, disimulando a momentos sus intenciones pero a veces, sólo quedándose prendido de ese rostro de felicidad cada que lo veía leyendo… Él gozaba tanto de su lectura, le hacía acordar a sí mismo y le hacía sonreír, porque se veía puro, se veía feliz. Le daba envidia pero aquella presencia prontamente le dio esa sensación de salvación que antes SU árbol y SU río, le habían dado.

Pero jamás le habló, jamás hablaron… Nunca supo cómo se llamaba ni cuántos años tenía, y no era algo que realmente le importara, ¿cómo iba a hacerlo? Solo era feliz con verlo, por eso, cuando un día dejó de venir, su lugar bajo aquel árbol dejó de ser agradable. El sonido del río pasó a ser un ruido molesto, la brisa sólo le dañaba la piel y las nubes se tiñeron de gris, amenazantes con una tormenta… ¿siempre había sido así? Sus ojos ya no tenían un libro para leer, ni un ángel para observar. Lo extrañaba y ni siquiera se había dado cuenta de cuándo fue que se le volvió necesario.

Pasó un mes entero sin que aquel ser volviera a hacer acto de presencia y él sintió, que ya no tenía una razón válida para volver, ¿para qué hacerlo? Si aquel sitio ya no le daba paz, sino sólo malestar porque sentía que había perdido algo que jamás había sido suyo.

Encontró otro rincón, en una cafetería repleta de gente pero que tenía un lugar especial para lectores, era agradable encontrarse más acompañado pero se seguía sintiendo solo y pensaba, pensaba mucho como encontrar a alguien que sólo había visto algunas veces –muchas, tal vez– pero que no sabía ni su nombre, ni poseía una foto para preguntar.

¿Cómo buscar, a un fantasma?

Porque para él era un fantasma, alguien tan blanco y tan… impoluto, no podía ser mortal o real, pero dudaba que su imaginación pudiera idealizar tanto a alguien, por eso suponía que sí lo había visto, pero ¿a dónde habría ido?

-Es una sorpresa, verte por acá

Odiaba, cuando la gente le interrumpía sus pensamientos o invadía su espacio personal cuando trataba de leer, pero ahí estaba nuevamente aquel extraño ser, sentándose en el sillón delante suyo, con un libro y una de esas sonrisas amables que siempre le brindó.
Daiki se quedó estático, memorizándose su rostro nuevamente hasta que encontró el valor para hablar. Sonrió con timidez y tomó de su café, sin quitarle los ojos de encima.

-¿Por qué no volviste ya al río?
-Dejaste de leer
-¿Eh?
-Te veías bonito cuando leías, era… ¿Cómo si brillaras?

Sintió sus mejillas ruborizarse y empezó a reír, con dicha plena, como si hubiera terminado la mejor novela escrita y el final hubiera sido perfecto. Exacto para lo que se esperaba de los protagonistas. Y le divirtió aún más, que aquel pelinegro gustase de verlo leer, cuando lo había dejado de hacer sólo para gozar de aquel alto leyendo.

Una agradable casualidad, curiosa, pero agradable.

-Me llamo Daiki… Arioka Daiki, ¿quién eres tú?
-Inoo Kei, un gusto

Y el desconocido tuvo un nombre, su rostro le sonrió amable y el castaño pensó, ¿para qué dejarlo ir? Tomó su libro y volvió a leer, sumergiéndose a duras penas en la historia ajena de aquel navegante.

Ambos se miraban a momentos, encontrándose y riendo cómplices de un juego que acababan de descubrir.

Ambos, encontrando algo mucho más divertido, que un buen libro.

02 abril 2014

Pajaritos en el aire [SongFic]

http://i89.photobucket.com/albums/k220/Satommy14/pensamiento1.jpg: Ya no duele tanto
: Pajaritos en el aire - Yandar & Yostin
: Mi cama~

Título: Pajaritos en el aire
Autor: Satommy
Parejas: Takachii
Género: Angst
Extensión: Songfic
Notas: Estoy pegada con la canción a un nivel enfermizo XD y básicamente, la ando dedicando al viento porque estoy dolida e3e! Grrrr y ando odiando todo pero bueno, ni modo u3u ya se me hizo tarde para encontrarme con mis amigas X'D me van a matar LOL pero acá se los dejo D': Me dicen qué les parece... Por cierto, la canción es ésta: Pajaritos en el aire asdsadasd no me critiquen XD por los géneros de música que escucho porque soy la persona más ecléctica del mundo -lol- Saluditos!! Y me dicen qué tal quedó, eh~!


-No deberías disfrutar con su sufrimiento, ¿sabes?

La voz de Yuto llegó de frente a sus oídos, haciéndole sonreír inevitablemente pero desviando la mirada del punto en donde tenía los ojos fijos. Chinen se encogió de hombros y tomó nuevamente el libro que tenía en manos, fingiendo leer pero sin evitar que sus labios se curvaran aún más hacia arriba. Con disfrute de la maldad que te deparaba la vida cuando se trataba del karma.

¿Qué pasó con el que dijo que te amaba?,
¿Acaso se fue y te ha dejado ilusionada?
No me choca al saber que sola te quedas,
yo te lo dije que te iban a pagar con la misma moneda.

-¿No te da pena?
-¿Por qué debería? – Yuri lo miró de soslayo, bajando el libro apenas unos centímetros
-Porque a ti te hicieron lo mismo, él te hizo lo mismo – Yuto se sentó a su lado, quitándole el texto de las manos para dejarlo a un lado - ¿No entiendes acaso, lo que debe estar sintiendo?
-Justamente porque él me hizo lo mismo, es que se merece lo que Daiki le está haciendo ahora

Te pintaron pajaritos en el aire
Te juraron falso amor y lo creíste,
Sus promesas se quedaron en el aire
Estás sintiendo lo que algún día me hiciste

Nakajima suspiró y miró a Takaki sentado en el rincón de la sala de ensayos, tenía una toalla cubriéndole la cabeza mientras se frotaba con disimulo mal empleado, las lágrimas que salían sin cuidado o vergüenza, evidenciándolo de su patetismo frente a todos los del grupo, salvo un par que lo ignoraba y hacía, como si nada malo hubiera pasado.

-¿De verdad crees que alguien merezca ser tratado así?
-Es karma, Yuto

Te pintaron pajaritos en el aire
Te juraron falso amor y lo creíste
Sus promesas se quedaron en el aire
Estas sintiendo lo que algún día me hiciste

Chinen se removió incómodo, mirando a Arioka jugar con Inoo de una manera despreocupada mientras su novio “oficial” yacía en un rincón, sumido en su propia miseria. No era un secreto la aventura que ese par tenía, pero aun así Takaki se hacía al de la vista gorda y prefería seguir fingiendo que todo estaba bien aunque en momentos así, cuando era más que obvio lo poco que importaba, se quebraba y dejaba ver lo estúpido que era.

Pero Yuri disfrutaba cuando pasaba eso, lo disfrutaba porque él también llegó a ese punto de tocar fondo y ahora verlo a él, pasar por lo mismo hasta de una manera peor, le fascinaba. Porque se lo merecía por haberlo hecho sufrir. Se lo merecía por haber jugado con él.

Aunque te duela nena de tu pena yo me alegro,
te pintaron un paisaje blanco y te salió de negro
Te lo mereces en la relación toca sufrir a veces
Así como sufrí yo por ti una y tantas veces
(Te lo mereces)

Aún recordaba cómo Takaki le decía un “te amo” cuando besaba a Arioka a escondidas suyas, aún recordaba cómo tomaba su mano sólo por compromiso, cómo le decía palabras bonitas sólo para ilusionarlo. Para hacerlo sentir querido, que valía la pena. Aún lo recordaba y a momentos aún punzaba en su corazón lo iluso e idiota que fue, cómo es que alguien pudo jugar así con sus sentimientos… Como fue, que la persona que más amaba, le vio la cara y le hizo todo aquel teatro de relación o amor que se supone, se tenían.

Una mentira tras otra, lo terminaron destrozando.

¿Por qué tenerle pena a Yuya, si se merecía todo ello y hasta más? Se merecía lo que le pasaba, se lo merecía y él sonreía, porque por fin veía cómo la vida tomaba cartas en el asunto y lo hacía pagar una a una las cosas que le hizo.

Te pintaron pajaritos en el aire
Te juraron falso amor y lo creíste
Sus promesas se quedaron en el aire
Estás sintiendo lo que algún día me hiciste

-¿Aún lo quieres? – Yuto preguntó con cuidado, devolviéndole de un suave desliz el libro a las manos del más bajo
-No – corto y directo, ¿cómo querer a alguien que te había hecho tanto daño? – Yo lo odio – sonrió, mirando al cuerpo de Takaki – Lo odio más que a nada en este mundo

El que la hace la paga y la estás pagando,
Por ahí me enteré que muy mal la estás pasando
Porque la persona que amas te está engañando
Y eso a ti te duele, te está matando

El menor miró al alto un segundo y luego miró a Daiki, el pelicastaño jugaba a los besos robados con Inoo, fingiendo que nadie más los veía aunque todos supieran realmente de qué iban. Y Yuri agradeció mentalmente, que todos guardaran silencio, todos los presentes eran conscientes de lo que Yuya había hecho y básicamente, aceptaban que aquel era el karma que se le estaba devolviendo con el triple de maldad.

Porque todos sabían, de lo mucho que Chinen había amado al mayor y cómo éste le pagó. Cómo pisó sus sentimientos y pasó por sobre ellos aun cuando él se esforzó tanto para poder tener una buena relación. Aun cuando sacrificó su orgullo y dignidad, para que Takaki lo quisiera.

¿Qué pasó con el que dijo que te amaba?,
¿Acaso se fue y te ha dejado ilusionada?
No me choca al saber que sola te quedas,
yo te lo dije que te iban a pagar con la misma moneda.

Yuto lo miró expectante a que dijera algo más pero el pelinegro sólo rió y se levantó de su asiento, caminando tranquilamente hacia la puerta pero pasando cerca de Takaki, mirándolo de reojo y con la malicia lentamente brotando de sus poros.

Y aunque yo sé que eso a ti te está causando dolor
Espero que tú sientas lo que algún día sintió mi corazón

Se acercó disimuladamente al bulto humano del rincón y le dio una suave patada con la punta del pie, esperando alguna reacción que jamás llegó.

-¿Qué se siente, que jueguen con tus sentimientos?

El silencio se volvió sepulcral en el lugar, Daiki y Kei mirando de reojo la escena para luego volver a lo suyo. No era su asunto, jamás lo fue y si Takaki se había ilusionado, era culpa suya. Chinen tampoco merecía lo que le pasó pero estaba ahí de pie, el castaño también tendría que aprender a lidiar con el dolor.

Te pintaron pajaritos en el aire
Te juraron falso amor y lo creíste,
Sus promesas se quedaron en el aire