14 abril 2014

Fallen [OneShot]

http://i89.photobucket.com/albums/k220/Satommy14/pensamiento1.jpg: No pues, que esto va mal
: Y es que sucede así - Pedro Suárez Vértiz
: Escritorio

Título: Fallen
Autor: Satommy
Parejas: Inoodai
Género: Angst[?]
Extensión: Oneshot
Notas: He leído, que el arte nunca nace de la felicidad y es verdad... *sigh* Tendría que haber hecho un análisis crítico para mi clase de Política de Precios, es del inglés al español pero tengo muchas cosas en la cabeza y simplemente, he colapsado. He decidido retirarme del blog por tiempo indefinido, no sé cuánto sea. No sé si mucho o poco, tal vez la próxima semana regrese o qué. Han habido muchas cosas en mi vida en los últimos 6 meses que sinceramente, me han llevado a un extremo personal que ni siquiera el fandom está logrando cubrir, mis notas siguen siendo altas y sigo siendo quinto superior de mi carrera pero podría hacerlo mejor y estoy en un punto mediocre, soy consciente de ello por años así que he decidido, por fin, darle prioridad a otros puntos y por ahora, salvo las pocas personas que yo amo del fandom, voy a alejarme temporalmente de todo lo que me involucra internet. Perdón a quienes elimine de facebook y perdón, si es que no actualizo historias que les gustan. Sé que algún día terminaré cada capítulo que me falta pero por ahora quiero hacerme un espacio y disfrutar lo que me queda de mi juventud, si quieren saber si ando o no viva, pueden ver acá: Satommy World. Por otro lado, no he dejado de amar a mis mensos ni tampoco he dejado de amar el escribir, son cosas muy mías que dudo que algún día pueda dejar atrás solo que realmente, hoy quiero lanzarme al vacío que me negué hace mucho para poder emerger en otro ambiente. Gracias por siempre leerme y estar presentes en mi vida como escritora y como fan. Acá dejo mi último oneshot como despedida y felicitaciones a Daiki Arioka, el pequeño enano que tanto amo y que realmente, ha sido mi inspiración de mil cosas... Son 23 años, bebé~ me llevas otra vez uno más. Gracias por todo otra vez y para cada una de ustedes♥ Saludos... y de verdad, mil gracias, por siempre decir que escribo bien aun cuando yo misma, no lo creía. Son las lectoras de esta mensa que jamás creyó, que sus cuentos pudieran gustar a nadie más que a sus amigas.
P.D.: El título de "Fallen" es el nombre del primer libro de la saga de "Oscuros". Es una de mis sagas favoritas que trata de ángeles y demonios, es hermosa así que de poder, échenle una hojeada.



De sus ojos caían pequeñas lágrimas que terminaban por reposar en el alfeizar de su ventana. La madera se teñía de un color más oscuro con cada gota que terminaba en su superficie y lentamente absorbía el llanto de aquella persona que sólo se acurrucaba más y más, en un intento por contener ello que dolía en su interior. Punzada a punzada, su corazón reclamaba por calidez humana pero no había algo capaz de curarlo.

Hace mucho, su única razón de ser había desaparecido.

Por décima vez trató de limpiarse con el dorso de la manga de aquella vieja sudadera las gotas salinas que empezaban a cuartear su fina piel, sus mejillas sonrojadas estaban ya lastimadas de la fuerza que usaba al frotarlas, haciéndolas sensibles a cualquier toque.

-¿Por qué… tuviste que dejarme, Kei?

En sus palabras ahogadas el susurro logró tomar fuerza, apretando las manos en puños que hacían daño las palmas a causa de sus uñas maltratadas de tanto haberlas mordido. Su ansiedad y su dolor lo habían convertido en alguien tan desgastado emocionalmente que no sabía cómo hacía en cada día de su vida pero ahí estaba, como siempre, haciéndole frente a lo que la vida tenía para darle con cada amanecer que él ya no deseaba ver. Pero había días y fechas especiales en las que su debilidad apremiaba su corazón valiente que luchaba por salir a flote.

Había días, como ese, en las que sólo se sumergía en la oscuridad de sus recuerdos para ver si así, se ahogaba con sus propias lágrimas y le daba fin a esa maldita sensación de vivir sin vivir.

El olor del polerón que tenía abrigándolo, hacía mucho que había perdido su esencia original y la razón real de su uso. Hace tantos meses que se la habían regalado y bañado en la colonia favorita de su dueño, que a un inicio la cuidó y atesoró como si fuera hecho de hilos de cristal…

No, como si fuera hecha de partículas de nieve que al leve toque, se podría derretir y desaparecer.

Pero con su partida, todo el día, todos los días la usó. La usó para dormir y para salir a la calle, la usó para acurrucarse bajo su árbol especial y para mecerse en su columpio favorito. La usó para salir al parque, para ir a la playa y para ir a comer ramen. Se embriagó con ella con una botella de vino para él solo y se enrrolló en las mantas de un viejo futón, aferrado a un peluche al que le hablaba todas las noches en esperanza que le respondiera o diera ánimos de vez en vez.

Porque lo que más quería, era dejar de sentirse solo, dejar de sentir que nadie más en la vida, lo iba a querer.

-Dai-chan… deja ya, de estar así, hace poco también lo hiciste y no puedes hacerte este daño, deja de hacértelo, por favor

Apretó los ojos y lloró con fuerza, nuevamente su mente jugaba malas pasadas con su pobre alma y le hacía tener la alucinación de escuchar su voz. De escucharlo tan cerca que podía jurar que era él pero cada que lo buscaba desesperado, sólo veía la nada frente a él, aclarando que sólo era su deseo ferviente lo que lo hacía evocar su tonalidad peculiar, sus palabras exactas que podía repetir sin necesidad de haberlo grabado.

-Dai-chan, mírame… Por favor
-No quiero… ¡No quiero! Porque apenas intente hacerlo, te vas a haber ido… Y ya no quiero Kei, ya no quiero ver cuántas veces más te vas mientras yo sigo acá…

Su cuerpo apoyado en el marco de aquel ventanal retrocedió hasta estar casi dentro de la habitación, su cama estaba pegada a aquel lugar que tantas veces lo vio escapar así que era básicamente, un retroceso a su propio rincón de autocompasión. Con los párpados caídos podía ver en su mente la sonrisa del pelinegro, podía imaginar los encuentros de sus ojos o podía fingir que todavía sus dedos podían tocarlo. Podía hacer eso y mucho más con su imaginación y era mejor, del todo más enfermizo pero mejor, hacerlo así, porque su corazón hallaba algo de paz y el dolor mermaba. En su cama, podía recordar todas las veces que habían hecho el amor y podía cubrirse con las mantas hasta la cabeza, fingiendo que eran sus brazos los que lo estaban cuidando y protegiendo. Los que lo abrigaban y acunaban.

-Dai-chan…

Un cuerpo etéreo apareció en la oscuridad de la noche, con alas blancas resplandeciendo más que el sol en cualquier día de verano. Más hermosas que cualquier cosa que hubiera en el mundo humano. Un cabello negro cayó hasta cubrir el perfil de aquel ser y sus manos se frotaron desesperadas contra su ropa elegante y fina, buscando más autocontrol que no dudó en perder cuando vio hipar ese pequeño cuerpo en la cama, acurrucándose como un ovillo diminuto ante sus ojos celestiales en busca de la sanación que no llegaría a su alma.

Porque él, estando en el “descanso eterno”, lo último que hacía era estar en paz.

-Dai-chan, abre los ojos, confía en mí

El menor negó con efusividad y temor, no queriendo sucumbir al mismo error que todos los días hacía pero el viento helado corriéndose por su habitación obligaron a su cuerpo doblegado a erguirse para cerrar la ventana. Para evitarse a sí mismo, la tentación de saltar. Pero sus manos torpes tocaron sin querer una textura más suave que la seda y pronto, con su iris percibió el brillo dorado de algo blanquecino irradiar en la negrura de su habitación.
La mitad del cuerpo de aquel ser celestial estaba dentro de su habitación, con sus alas extendidas de par en par, dejando ver la inmensidad y divinidad de estas. Irradiaba un aura hermosa y su vestimenta, era digna de algún gran diseñador.

Solo que ello no fue lo que le interesó, ni mucho menos fue algo que le llamara la atención.

Fueron sus ojos negros los que le miraron directamente a los suyos inyectados de sangre, los que le hicieron quedarse estupefacto en su lugar. Siendo presa de la incredulidad y del temor, no hubieron palabras que pudieran formularse y salir de su garganta. No hubo gestos ni hubo una reacción. Se quedó estático admirando lo que creyó perdido, notando como el ángel de repente cambiaba sus expresiones de temor a pesar.
Daiki notó como la entereza de la deidad iba flaqueando, como la imagen se volvía transparente a momentos y el miedo lo hizo presa del pánico. De un salto se aferró a su ropa blanca de pureza, negándose a dejar ir lo que tanto había estado buscando.

A quién tanto había extrañado.

Y lo sujetó con firmeza por la cintura, en uno de esos abrazos que tantas veces ambos habían compartido alguna vez cuando sus caminos se habían cruzado y compartían la misma senda, uno al lado del otro con las manos enlazadas.

-Kei-chan… eres tú, realmente eres tú…
-Soy yo, ¿no me reconociste?
-Bobo… eres un bobo – susurró y sin pensarlo, nuevamente sus lágrimas cayeron fervientes por su rostro, empañando su visión de la gloria de su tan querido amor, manchando la pureza de su ser con su llanto egoísta y de dolor - ¿Por qué me dejaste…? ¿Por qué? ¿Acaso fue tan fácil hacerlo? Kei… ¿por qué?
-Dai-chan… en algún momento, tú también tendrás que partir – susurró el más alto de ambos, sujetando por los hombros aquel tembloroso cuerpo que tanto había amado y que aún, en su vida celestial, seguía haciéndolo – Al igual que yo y estaremos juntos, en el más allá
-Pero me dejaste acá… Kei, me dejaste solo – reiteró, herido, dolido, con miedo y desolado – Prometiste que jamás me dejarías y te fuiste… ¿Por qué, debo esperar? Es injusto, todo esto… es injusto

Y en una pelea sin sentido que nadie sería capaz de entender, el mayor cargó al pelicastaño y lo acurrucó lo mejor posible contra su pecho, cruzando las piernas para hacerlo sentar sobre ellas y batiendo sus alas, para volar por encima de la cama y hasta casi rozar el techo. Las ondas de viento que causaba a causa de aquel movimiento, hacían que las cortinas y algunas hojas volaran sin sentido en el lugar, pero el mayor no se negó nada de aquel pecado porque ser un ángel caído buscando mezclarse con un humano, no era algo que sucedía sólo con él. Sino con todos los que alguna vez fueron creados por el ser divino llamado dios y se encontraron, gracias a la fuerza de su destino, con aquella persona con la cuál debían existir por el resto de su vida pero por cuestiones de su propia debilidad humana, habían tenido que partir antes de cumplir un largo ciclo de vida.
Entendía porque su pequeño novio lo culpaba, porque ahora ese ser marchito que trataba de sanar le reprendía por un abandono que no buscó. Que no quería.

-Dai-chan… sabes, que no podía someterme a la cirugía
-¡Podías! Podías y no quisiste… Tú me dejaste Kei, no me amabas tanto como decías – y aun cuando sus palabras lo acusaban, sus manos se sujetaban tal cual fieles a su ropa, incapaz de dejarlo alejar un centímetro – Me dejaste, sin importarte cómo me iba a sentir…
-¿Querías acaso vivir conmigo para siempre en una silla de ruedas? ¡¿Querías eso?! Ni siquiera iba… a poder tocarte…

Las gotitas que cayeron en su cabello no fueron cálidas ni frías, simplemente eran dolorosas. Cada lágrima que el ángel botaba al llorar por su propio dolor cargado desde el mundo humano, y que caía en su cuerpo, era como un hincón profundo en su piel. Jamás creyó que existieran los ángeles pero de hacerlo, jamás pudo haber creído que ellos eran capaces de llorar o que siquiera, tenían aquella capacidad de recordar. Se separó suavemente de él y al igual que cuando estaba vivo, lentamente secó con la yema de sus dedos aquellas malditas lágrimas que maltrataban la belleza de aquel rostro que más que nunca, se le hacía hermoso.

-Te odio un poco… a veces, Kei… - lo vio bajar la cabeza y lentamente lo sujetó por las mejillas, haciéndolo elevar la mirada para encontrarse los dos en silencio, con agua cristalina brotando por las ranuras en cada parpadeo – Porque yo no sé, cómo olvidarte ni cómo dejar de extrañarte… y no es justo… porque yo jamás hice nada, para que me hicieran esto… - sus manos temblaron y miró más hacia arriba, buscando con ferviente deseo, a ese ser superior - ¿Por qué… me lo quitaste? ¿Por qué lo querías allá arriba contigo? ¿Acaso, yo no lo merecía? – el ángel dejó caer su rostro sobre el hombro del humano y se abrazó a su cintura al escucharlo hablar – Y ahora… te odio un poquito más, porque has pensado que irte era mejor que vivir en una silla de ruedas, porque… ¿por qué? ¿creías acaso que ibas a ser un estorbo para mí? ¿Creías que por no poder tocarme, te iba a dejar? ¡¿Por qué?! Eres un… egoísta… que realmente, nunca se dio cuenta que lo único que quería era un momento a tu lado… Y me quitaste esa oportunidad Kei, tuve que ver tu partida lenta y dolorosa… tuve, que acostumbrarme a tu ausencia, tuve que aprender a fingir una sonrisa… ¿De verdad, merecía todo eso?

Otra vez la claridad del ser celestial se vio afectada y el castaño pudo ver a través de esas alas blanquecinas, el fondo de su habitación. Calló de pronto, con temor de perderlo y sólo volvió a acurrucarse, buscando su cuerpo etéreo para que lo cuidara como en vida lo hubo hecho alguna vez. Inoo resopló e hipó, calmando su llanto divino contra el cuerpo tembloroso de su humano favorito, queriendo dejar ir la culpa que lo consumía desde hace meses pero que ahora sólo se doblegaba con frenesí en su alma sagrada.

No tenía perdón, porque realmente, había sido por su egoísmo que lo había dejado.

Cuando el silencio reinó en el lugar, Kei empezó a tararear la canción que muchas veces habían entonado juntos, en su himno al amor y recordando aquellos buenos momentos que tuvieron en aquel mundo terrenal. Cantó despacio hasta que el cuerpo del menor quedó rendido en su pecho, respirando acompasadamente presa del sueño que no buscaba pero que siempre hallaba cuando encontraba la finura de su paz a su lado. Sonrió al verlo dormir contra su cuerpo, hacía tanto que había añorado el hacerlo que jamás podría arrepentirse de su decisión.

“¿Has decidido, quedarte en la tierra?”
“Perdóname, he pecado…”
“Serás un ángel caído y estarás condenado a jamás regresar al cielo. Jamás envejecerás y cuando él muera, irá de frente al infierno”
“Perdón… padre…”

La conversación con su creador terminó como empezó: de la nada, y soltó un suspiro, aferrándose más fuerte al cuerpo casto de su castaño. Sintió como el brillo de sus alas desaparecía y la suavidad con la que antes contaba, dejaba paso a la tosquedad de plumas corrientes. El vuelo ya no era tan fácil pero no ignoró todo y sólo se centró en acariciar aquel rostro delicado que ahora apoyaba la mejilla contra el medio de su pecho, el oído pegado estratégicamente ahí donde debía estar su corazón.

“Lo sé Dai-chan… siempre he sido un egoísta, pero siquiera ahora, podré estar a tu lado… Deja de odiarme, por favor”

3 comentarios:

Nina Segawa dijo...

Awww me encantó aunque es tan triste... ;A;
Y bueno, creo que me voy a dar el lujo de decir unas palabras a tu nota... aunque apenas hace muy poco tiempo que descubri el blog, busco el poco tiempo que podria tener para leer lo que aquí está, y quiero llegar a leer todos y cada uno de los fics, porque, sinceramente, me encantan, porque creo, están fantásticamente escritos... pero no quiero con decir con esto, ni por asomo, que debas cambiar tu decisión ni nada, no quiero ser malinterpretada!! Solo quería hacerte llegar lo mucho que a mí personalmente me llenan, sé que eso sube mucho la moral, ne? ^___^ Es algo lógico buscar de vez en cuando alejarse un poco del mundillo.. así que solo te deseo lo mejor, y que si vuelves por estas tierras, yo seguire leyendo ;3
En fin, volviendo al fic, me encantó, de verdad!

Unknown dijo...

Owww llore, lo ise en realidad, qe lindo:3

AmiS dijo...

oh dios..!!

hermoso....hermoso....
ese par son un amor... no hay duda!